FRIO Y DIABETES
El frío, que en muchas personas con diabetes se traduce en frío corporal. ¿Sientes a menudo que tienes los pies fríos? ¿Las manos heladas? Veamos por qué ocurre esto.
Hay estudios que apuntan a que ante bajas temperaturas, el cuerpo metaboliza glucosa para mantener el calor corporal. Y, claro, si una persona con diabetes está en niveles bajos de glucosa, eso se traduce en dos riesgos: por un lado, una mayor tendencia a la hipoglucemia ante fríos extremos. Por otro, más probabilidades de sufrir una hipotermia.
Aunque cabe apuntar que no hay un consenso científico claro respecto a esto. Por eso, lo que sí os podemos decir con seguridad es que, antes una exposición a bajas temperaturas es importante que reviséis con una mayor frecuencia vuestros niveles de azúcar, y que prestéis más atención a mantener la hidratación (¡el frío también deshidrata! Lo habréis notado cuando se os secan los labios en una noche especialmente gélida).
Mucho más si vais a realizar algún tipo de actividad física, que favorezca aún más una bajada (tened siempre cerca vuestro producto con hidratos de carbono favorito para las “remontadas”).
Notar un frío atípico es uno de los síntomas de hipoglucemia. Por eso si ya estamos expuestos a bajas temperaturas estamos perdiendo ese indicador.
Eso a corto plazo. Porque en realidad el frío continuado nos afecta de la forma justamente contraria, incrementando los niveles de glucosa. Nuestro cuerpo, expuesto repetidamente a las bajas temperaturas, da la orden de generar más glucosa para tener una reserva con la que combatir el frío. No en vano, los países nórdicos son los que sufren un mayor porcentaje de personas con diabetes. ¡No es ninguna casualidad!
Y, ojo, recordad que la insulina puede congelarse. Si vais a salir a la calle a una temperatura bajo cero, y lleváis un vial de insulina, mantenedlo cerca de vuestro cuerpo (si es que no tenéis un envase que proteja el vial de las temperaturas) para que no se congele y la insulina pierda su efectividad. Ese mismo consejo debéis usarlo para vuestra bomba y medidor, que también pueden sufrir los efectos de temperaturas muy bajas. Proteged vuestro cuerpo con buenas prendas de abrigo.
Una nueva investigación, presentada en la Reunión Anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD) de este año en Estocolmo (Suecia), concluye que temblar durante la exposición repetida al frío mejora la tolerancia a la glucosa, disminuye los niveles de azúcar y grasa en sangre en ayunas, y reduce notablemente la presión arterial en adultos con sobrepeso y obesidad.El estudio preliminar, realizado por Adam Sellers, Sten van Beek y sus colegas de la Universidad de Maastricht (Países Bajos), pone de manifiesto el potencial de la exposición repetida al frío que activa los escalofríos como estrategia alternativa para tratar y prevenir la diabetes de tipo 2 (T2D).
Pero aunque la termogénesis sin escalofríos -que genera calor a partir de la energía almacenada sin contracción muscular- está implicada en la aclimatación al frío leve, un estudio de seguimiento indicó que cierto nivel de actividad/escalofríos musculares (leves) puede ser crucial para activar los efectos metabólicos beneficiosos del frío.
"Cuando tenemos frío, podemos activar nuestra grasa parda porque quema energía y libera calor para protegernos. Además, el músculo puede contraerse mecánicamente, o temblar, generando así calor. Como en un ser humano hay bastante más músculo que grasa parda, los escalofríos pueden quemar más calorías y producir más calor", explica Sellers.
Para saber más, los investigadores expusieron a voluntarios -11 hombres y 4 mujeres posmenopáusicas con sobrepeso u obesidad (de 40 a 75 años, con un IMC de 27 a 35 kg/m2)- a 10 días consecutivos de frío para activar los escalofríos, utilizando un traje con perifusión de agua para controlar y bajar la temperatura corporal. Los participantes fueron expuestos al frío, de 32°C a 10°C, hasta que temblaron durante una hora al día.
Los escalofríos se controlaron mediante dispositivos especiales colocados en la piel que detectan la actividad eléctrica muscular, así como mediante la observación visual. La hora de escalofríos se iniciaba cuando el gasto energético en reposo aumentaba en un 50%.
Antes y después de la intervención, se realizó una prueba oral de tolerancia a la glucosa (POTG) de 2 horas en condiciones de termoneutralidad, es decir, a una temperatura ambiental en la que el cuerpo no necesita producir calor para mantener su temperatura central. Los investigadores también midieron la frecuencia cardíaca y la presión arterial y tomaron biopsias musculares para determinar posibles cambios en el músculo relacionados con el metabolismo de la glucosa, como la translocación de GLUT4.
Los resultados mostraron que los escalofríos repetidos inducidos por el frío redujeron significativamente las concentraciones medias de glucosa en plasma en ayunas de 5,84 a 5,67 mmol/L, y mejoraron la tolerancia a la glucosa en un 6%.
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